Así pues el testimonio, pero no el simple y vano ejemplo, entre otras cuestiones delimitado por el hecho biográfico y las situaciones vividas, se conforma como una forma de mostrar e intervenir en el espacio-tiempo educativo; quizás es la condición indispensable para cualquier acción educativa con sentido pues a través del testimonio podemos verificar, las mujeres y hombres que participamos en un proceso-proyecto-programa educativo de este signo y característica, la materialización y la coherencia antes señalada entre decir y hacer, decir y pensar, decir y actuar en un primer momento, para simultáneamente y/o posteriormente ejercer la autoridad, como ejercicio de guía y muestra, comunicante y activa, transformadora y naciente con las otras y los otros que participan en el proceso de aprendizaje.