La educación permanente, en esta crisis de época, habría de posibilitar y potenciar la capacidad de suscitar y de sostener las interrogaciones y las problematizaciones en la realidad y, de esta manera, proceder a la lectura del mundo y de la palabra, y de nosotros mismos inmersos en los dos ámbitos y, para poder realiza resta operación, las mujeres y los hombres hemos de poner, en juego y en lugar, el diálogo en el pensamiento, el pensamiento en la experiencia, la experiencia en diálogo...